29 noviembre 2010

Vlad Tepes


Vlad, el Empalador; Vlad III; Vlad Tepes. Etcétera. Lo mismo da, pues lo más interesante de este personaje será su desmedida crueldad y su exquisita imaginación en cuanto a los métodos de tortura y ejecución por él empleados contra sus enemigos y traidores. En efecto, como su nombre lo dice, Vlad preferirá el método del empalamiento para sembrar castigo.


Tal técnica o proceder, consistirá en atravesar por la nalga o agujero abdominal a la víctima con una estaca de 3,50 m de largo. Dicha estaca debía estar bien engrasada; sin embargo, se sabe que su punta debía ser poco afilada (lo que aseguraba una extensión del sufrimiento, ya que la estaca desgarrará a la víctima en vez de perforarle).

Se cree que entre 40.000 y 100.000 personas murieron por este método. Vlad odiaba, más que cualquier cosa, los robos, las mentiras, el adulterio, y no perdonaba a nadie por su rango; más aún, cuanto más alto era el rango del traidor, más duro era el castigo. Consiguió acabar con los boyardos decadentes de su tiempo.

Pero además del empalamiento, Vlad Tepes prefería otras torturas como: la amputación de miembros, nariz y orejas, la extracción de ojos con ganchos, el estrangulamiento, la hoguera, la castración, el desollamiento, la exposición a los elementos o a fieras salvajes, la parrilla y la lenta destrucción de pechos y genitales, especialmente de las mujeres.
Una anécdota digna de mención corresponde a la intervención de Vlad ante las quejas del vulgo por los constantes robos por parte de ladrones y asaltantes; además, agreguemos el asunto de los pobres, que según Vlad no aportaban nada al país.
Dijo, pues, manos a la obra.

Para erradicar tales problemas, organizó un festín en una casa en las afueras de la ciudad donde las viandas, licores y vituallas corrían a mansalva y por doquier. Allí concurrieron los pobres, ladrones, leprosos, tullidos, apestados, enfermos y pordioseros. Cuando ya todos estaban henchidos de manjares y ultraborrachines, preguntó Vlad si estaban conformes. Muñendo su horizontal mostachín, socarronería mediante, habló en esta guisa:

-¿Estáis conformes con lo que os he dado, hermanillos?

-Oh, sí, señor. Muy, hip!, conformes- contestó el pueblo al unísono.
Vlad sonrió oscuramente, en primer plano. A continuación, ordenó a sus soldados cerrar las puertas de la casa con todo el mundo adentro y arrimarle candela. Habló en estos términos:

-¡Encended esta casa! –Glorioso-: Y que el fuego acabe con la peste, el hambre y la delincuencia.

Quiera creerse o no, nadie con vida quedó. Y de esa forma, Vlad la pobreza erradicó. Esto se repitió con cada mendigo de cada provincia. Llegaron a morir 3.600.

Se cuenta que cierto día, andando Vlad de paseo en cierto pueblo de su patria, Valaquia, vio como dos monjes le pedían limosna. El príncipe, aterrado y asqueado ante tal oprobio, preguntóles a los monjes así:

-¿Por qué pedís limosnas, si podéis vivir honradamente colaborando en una iglesia?
A lo que uno de los monjes, airoso y ramplón, contestó:

-Pero, señor, es que mendigando sabremos si hemos de entrar en los reinos del cielo. Al momento de la partida, claro.
El muy bueno de Vlad sonrió. Acto seguido, mandó a que los empalasen para así subsanarles las dudas con la más presurosa inmediatez.
Otra anécdota. Cierto comerciante se presentó ante Vlad para denunciar el robo de una bolsa de monedas de oro. Vlad entornó sus ojos y, no cabiendo en sí de gozo, díjole:

-Volved mañana, buen mercante.

Así, pues, lo hizo el comerciante. Pero cual no fuera su sorpresa cuando al llegar al castillo al día siguiente, todos los ladrones y sus familiares estaban empalados ante sus vistas, en el patio. Frente a tal escenario, Vlad apoltronado en su trono, y la bolsa de monedas en su siniestra mano. Entonces el Empalador pidió al comerciante que contase las monedas para comprobar si faltaba alguna. El comerciante, aterrado y tembloroso, contó las monedas y, apenas resollando, musitó estas palabras:

-¡Sobra una, oh, señor!

Vlad resopló y, garboso, dijole:

-Id con Dios, buen mercante, tu honradez te ha salvado. Si hubieras intentado quedártela, habría ordenado que tu destino fuera el mismo que el de tus ladrones: el siempre eficaz empalamiento.
Vlad Tepes (1431-1476). En su figura se basó el escritor irlandés Bram Stoker para dar vida a su inmortal personaje el Conde Drácula.

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